Gotas, gotas y más gotas que caían en mi ventana. Y las hojas de los árboles no dejaban de caer. Mis manos estaban frías, y no podía dejar de frotarlas contra mi manta, mi manta que es de esas que tienen una textura tan suave que te gustaría estar acariciándola siempre. Estaba alli sentada en el hueco de mi ventana, pegada al cristal frío; no podía dejar de mirar hacia el exterior, ¿Cuándo llegaría? Le había dicho a Paula que tenía que llegar antes de las seis. Cogí mi cuadernillo de vivencias, era una especie de diario con fotos y pequeños apuntes personales, y allí dónde ponía "Quedar con Paula media hora antes de la hora a la que quieres que llegue", hice un tachón por encima con mi bolígrafo de color rosa en "media hora", y con el bolígrafo morado puse "una hora" a lo que añadí muchísimas exclamaciones y flechas.
De repente escuché el sonido punzante de un claxon, era ella, por fín.